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Me temo tras leer y reflexionar el contenido de su artículo, deduzco que poco o nada tiene que ver en algunos determinados apartados con su título. "Ya era hora, una iglesia sin poder".
A una democracia aconfesional y laica, (que no es cuestionada en cuanto a la plena vigencia en ella de los derechos y las libertades de todo tipo de creencias) el debate de ideas y las decisiones de los partidos a los que votamos para que nos gobiernen, ¡nos podrán gustar más o menos!, ¡estaremos más o menos de acuerdo con ellos!, y pueden y deben ser refutados y combatidos dialecticamente en sus incoherencias por los que así lo consideran. Más no se puede, (ni creo se deba) colocar nadie en contra del libre debate de ideas porque, "su verdad" en, "el fondo" ¡sea la verdad!
Descalificar llamando al aconfesionalismo laico, propulsor del fanatismo contra los portadores de verdades firmes, y que este hace del relativismo más burdo ley, hasta llegar a afirmar "que la verdad no predede a la decisión de los hombres", sino que la definirían los ciudadanos, ¿No consiste precisamente en esto el debate democratico? ¿porqué cuando no le gusta a alguien el resultado, puede cuestionarse este como un desencuentro entre legal y moral?
Considero que aunque pueda tener alguién ¡toda la razón del mundo de su parte!, su deber como verdadero demócrata, no puede seguir otro camino que el del convencimiento a sus planteamientos de las demás personas o ciudadanos o hermanos...
Al igual que me parece una barbaridad la acusación (no se si meditada) "de que se pretende crear una sociedad en la que la dimensión cristiana de la vida NO TENGA NI VIGENCIA NI DERECHO DE CIUDADANÍA". La citada afirmación leída textualmente es una clara acusación de que su derecho constitucional de ciudadano (con la de sus creencias) se cuestiona si todavía sigue vigente.
Pienso que todos tenemos demasiados recuerdos tristes en la historia de este pais, y en absoluto nos debemos plantear ¡o ni siquiera insinuar! "caminos de divorcio entre los españoles". En el sistema democrático, ahora gobiernan unos, despues los otros, ahora se piensa de una forma en unos determinados aspectos que despues pueden cambiar totalmente, y desde la política hacerlos realidad...
Lo importante es que desde lo mejor que podamos aportar cada cual, procuremos convencer a los demás de la bondad de nuestras reflexiones. Y nos hace falta ¡mucho amor y mucha paciencia para vivir en democracia!, sería francamente lamentable que el buen ejemplo aportado por la Iglesia en esta última etapa de España no tuviera continuación.
Disculpe mi impulsivo y apasionado enfoque del articulo, pero la intencionalidad de mi voluntad no está en la discordia, sino en aportar modestamente mi reflexión de lo que sinceramente creo es más adecuado para la convivencia democrática en la sociedad.
Un cordial y sincero abrazo.
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